La Declaración rechaza cualquier forma de injerencia en los asuntos internos de los países árabes y subraya la necesidad de encontrar soluciones árabes a los problemas árabes, reforzando el papel de la Liga Árabe en la prevención de las crisis y su resolución pacífica, así como en la consolidación de las relaciones interárabes.
También subraya la centralidad de la cuestión palestina y el apoyo incondicional a los derechos inalienables del pueblo palestino, incluido su derecho a la libertad, a la autodeterminación y a la creación de un Estado palestino independiente con plena soberanía sobre la base de las fronteras del 4 de junio de 1967, con Al-Quds Oriental como capital, así como el derecho al retorno y a la reparación de los refugiados palestinos, de conformidad con la Resolución de la ONU nº 194 de 1948.
La Declaración reafirmó, igualmente el apego a la Iniciativa de Paz Árabe de 2002 con todos sus elementos y todas sus prioridades y el compromiso árabe con una paz justa y global como opción estratégica para poner fin a la ocupación israelí de todos los territorios árabes.
Insiste, a este respecto, en la importancia de proseguir los esfuerzos para proteger la ciudad ocupada de Al-Quds y sus lugares sagrados y defenderla contra los intentos inaceptables y condenables de la ocupación de alterar su composición demográfica, su identidad árabe-islámica y cristiana y su estatuto histórico y jurídico, elogiando, en este sentido, el papel del Comité Al-Quds y de la Agencia Bayt Mal Al-Quds en la defensa de la Ciudad Santa y el apoyo a la resistencia de sus habitantes.